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Limpiarse los dientes, la cosa más sencilla del mundo, tal vez no lo sea tanto, empezando por la compra de un cepillo. No hay una razón para que existan tantos modelos diferentes ni para que cada semana aparezca una novedad sin la cual no podamos estar seguros de estar haciendo lo mejor por nuestra dentadura. Advantage, classic care, indicator, xtensive, actibrush, interdent, plus flex, vibration, cabezal vasculante… son sólo algunas de las leyendas que se ven en los ditintos cepillos dentales, aunque parezcan descripciones de deportes extremos o de última tecnología industrial. La verdad es que en pocos casos los calificativos espectaculares reflejan algo real: los cepillos, desde el más modesto al más evolucionado, acaban siendo bastante similares. No se puede asegurar que las innovaciones en los materiales o las formas influyan en la calidad de la higiene y en la salud dental.



Nuestros antepasados no se complicaron tanto la vida. Simplemente mordisqueaban pequeños tallos para limpiar sus dientes. Esto sucedía alrededor del 3.000 aC, como demuestran los objetos para el aseo diario hallados en las antiguas tumbas egipcias. En la actualidad, debemos empezar por decidir entre el cepillo manual o el eléctrico. Muchos odontólogos prefieren el segundo, pues los cabezales que giran a gran velocidad parecen más eficaces que cualquier cepillo manual por muy bien que se utilice. Los dentistas han comprobado que los modelos eléctricos ayudan a eliminar la placa dental. No obstante, no existe una recomendación oficial a favor de los cepillos eléctricos. Hay que tener en cuenta que la higiene y la salud dental dependen más de la constancia en la limpieza, del tipo de alimentación y de factores metabólicos que del instrumento. Por otra parte, las personas preocupadas por los aspectos ambientales consideran que no hay razones suficientes para sumar gastos energéticos y baterías contaminantes.